lunes, 17 de noviembre de 2014

Luis León: «Yo soy de la Esperanza del Amor»

Entrevista de pasion en sevilla a Jose Luis Leon


Los costaleros del Amor y de la Macarena, con los que se hizo capataz de capataces, le acaban de dar un homenaje. «Sin vosotros yo soy una mierda», les dijo Luis León desde su más profunda emoción.

-¿Quién fue su maestro?
-Manolo Santiago.

-¿Y quién mandaba más delante del paso: el dragón o el León…?
-(Risas) Nos hemos llevado bastante bien los dos.

-De Manolo Santiago usted aprendió a dar pellizcos estimulantes, ¿verdad?
-Así es. Daba el pellizco en el muslo al costalero. Pero en realidad se lo daba en el corazón: piensa en tu mujer, en tu hijo, en tu novia o en tu padre que te está viendo desde el Cielo. Y  le echaban una casta horrorosa al costal.

-Y me cuentan que usted disfrutaba muchísimo cuando el maestro iba a verle por la Encarnación y usted le cedía el martillo...
-Cederle el martillo en la Encarnación era mi forma de reconocerle su magisterio. A él le daba una alegría enorme. Y a mi más todavía.

-¿Es verdad que en aquellas «levantás», los niños, pese al «jierro» que ya llevaban encima, levantaban diez centímetros el palio?
-Así es. Sabían que era mi maestro el que los llamaba. Y ellos me dejaban de lujo delante de Santiago. Aunque vinieran ya «ajogaos».

-Dígame un rasgo definitorio de su mando: liderazgo, motivación, exigencia, mano izquierda, independencia absoluta…
-Mano izquierda. A mí me venían muchos queriendo entrar debajo del paso. Gente con una entrega y devoción absoluta. Y eso no se puede rechazar. Yo nunca rechacé a nadie. Pero explicaba que allí abajo no podía caber todo el mundo. Lo que nunca soporté fue la blasfemia.

-Pero usted gritaba más que un brigada de la Plana Mayor… 
-(Risas) Sí, gracias a Dios he tenido buena voz. Mi propósito no era gritar por gritar. Sino que la gente de abajo se enterara bien de mis órdenes.

-Y era tela de supersticioso…
-(Risas) Mucho. Yo un doce más uno no lo aguanto. Y si cae en martes peor. Esos días me quedo en casa y no salgo.

-En Casa Román no se sentó a la mesa porque con usted se contaban trece comensales…
-(Risas) Así fue. Me prepararon una comida macarena y conmigo los comensales éramos doce más uno. Me levanté y dije que me iba a comer los huevos fritos con patatas y jamón a la barra. Eso o que comiera el camarero que nos servía con nosotros. Y comió el camarero con nosotros. Nunca he soportado ese número. Me ha pasado igual en reuniones del Consejo. Que me iba, vamos.

-Una vez los niños, ensayando con la jaula, lo llevaron a la calle Relator, donde las lápidas de mármol, qué guasa ¿no? 
-(Risas) Mucha guasa. Sabían que era supersticioso y me gastaban esas bromas. Yo las tomaba de buen grado. Allí abajo había un equipo. Y las bromas tenían más de cariño que de otra cosa.

-Por su carácter bautizaron con su nombre a un buey rociero de la hermandad de la Macarena. ¿Eso es verdad?
-Es verdad. Bautizaron a un buey con mi nombre. Pero es que a mí no me gusta el Rocío. Y nunca me he comido las palabras. Lo he dicho y se acabó. Yo soy católico, apostólico, romano, sevillano y macareno. Soy de la Esperanza del Amor.

-Qué «cuidaíto» había que tener con las llamadas de honor… 
-Yo no era partidario de dejarle el martillo a cualquiera. El que mandaba el paso era yo.

-Un costalero suyo me cuenta la llamada de una alta dignidad de la Iglesia en la Catedral que sonó menos que una película del Gordo y el Flaco… 
-(Risas) Si te lo ha dicho uno de mis costaleros es verdad. Y es verdad lo que te cuenta. Fue en la Catedral. Le expliqué lo que tenía que hacer. Pero martilleó muy flojito. Uno de los costaleros dijo: mi arma has llamao con el anillo?!!! Y todo el mundo se partió de risa.

-¿Es verdad que el último día, en 2001, se tiró en su casa al suelo y se hartó de llorar?
-Ese día fue inolvidable. Le dije a mi mujer y a mis hijos que me dejaran solo. Que no me acompañaran a casa. Y entré, me tiré al suelo y me harte de llorar a solas. Diciéndole a la Esperanza que ya no tenía fuerzas, que ya nunca más podría pasear con Ella, pero que jamás le faltaría.

-Dígame de esos 25 años mandando sobre el dragón la imagen que nunca olvidará…
-La noche en que unos padres me llevaron a un hijo absolutamente impedido y tuve que cogerle la manita para hacer la llamada. Aún tengo el calor de su mano en la mía.

-Cuando abre el ropero y ve el terno de azul noche del último año de capataz ¿se le sigue removiendo las entrañas?
-Me entristezco mucho. Ahí está el traje chorreao de cera. De la última noche. Ahí está mi vida. Abro el ropero y veo mi vida colgada de una percha. Todo lo que he vivido está ahí dentro.

Diccionario León
Si el lenguaje es el hombre, aquí van algunos de los términos cofrades que mejor definen el perfil de este capataz que durante 25 años llevó por las calles de Sevilla Esperanza para todo el mundo: «Oído, arriostrarse, arrimarse a los costeros, irse aguantando, como ustedes sabéis, huevos verdes, atento a lo que se manda, callarse la boca, las caídas del palio que besen los varales, al cielo, por los macarenos que están en el cielo, aquí no pasa ná porque la Virgen no quiere (a los costaleros por Francos, al pasar por la cordonería Alba), de rodillas todo el mundo (en Sor Ángela) paso andao, paso ganao…» Y así muchas que se perdieron entre el tiempo y el incienso de esa Virgen a la que se acercó gracias al tesón que pusieron en su día Er Melli, capitán de la centuria, y el hermano de Junta, Manolo Martínez. Fue Luis un peluche disfrazado de León…

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