Podría tratarse de un caso insólito en la Semana Santa sevillana. Un imaginero, José AntonioNavarro Arteaga, está dispuesto a hacer valer sus derechos de propiedad intelectual sobre una de sus obras, el Cristo de Pasión y Muerte, para evitar que el Crucificado de la hermandad trianera del mismo título vuelva a salir tumbado en horizontal sobre su paso ante el riesgo que entraña esta maniobra para la imagen. Por ello, «gane quien gane las elecciones» que esta cofradía de vísperas celebrará el próximo viernes y a las que concurren dos candidaturas, Navarro Arteaga anuncia que, al amparo de la ley de derechos de propiedad intelectual y derechos de autor, no va a dar su consentimiento para que el Crucificado que gubió en 1996 salga ni una sola vez más de la actual parroquia del Buen Aire, cuyas dimensiones obligan a que el Cristo salga recostado en horizontal sobre la mesa del paso para, una vez en la calle, ser elevado hasta recuperar su verticalidad gracias a un complejo mecanismo.
El imaginero que remodeló el misterio de las Cigarreras y que tiene obras repartidas en lugares tan significativos como la Catedral de Sevilla, el santuario del Rocío, la Basílica del Gran Poder o los Jardines del Vaticano ha elaborado un concluyente informe sobre el peligro que para la integridad del Crucificado entraña este sistema de salida. En él habla de las «fuerzas y tensiones que soporta el madero, que en algunas secciones es hueco» justo en el momento de la elevación del Crucificado y apela a las leyes de la física para aconsejar que se busque «de manera inmediata» la salida en vertical de la imagen.
Las advertencias realizadas por Navarro Arteaga han caído, sin embargo, en saco roto. «Vivo estos días atónito y perplejo ante una situación desconocida totalmente para mí como artista y escultor y hermano de luz de mi hermandad de Pasión y Muerte. En mis más de 27 años como profesional no me he encontrado una situación igual de desconcertante».
En una carta remitida a esta redacción, el imaginero muestra su «total indignación» ante la incomprensión con que ha sido recibido en las redes sociales el detallado informe en el que desaconseja que su Crucificado siga saliendo así ante el «riesgo fehaciente de rotura» de la cruz. «Muestro mi total indignación por ese desprecio mostrado por algunos hermanos, que atienden a intereses personales, pero que se olvidan del respeto que se le debe a las piedras angulares de una hermandad y que son, nada más y nada menos, que sus amantísimos titulares», expone Navarro Artega. El imaginero se lamenta de que «mientras en cualquier hermandad que se precie el mínimo indicio de que una circunstancia podría poner en peligro su patrimonio más preciado sería óbice para ponerle remedio, «en el caso de nuestra querida hermandad, por lo que se ve, esto no es así». «Por todo ello, y muy a mi pesar y desde la profunda tristeza , gane quien gane las elecciones a junta de gobierno del próximo viernes, estoy en disposición de anunciar, amparado en la ley de derechos de propiedad intelectual y derechos de autor, que no daré mi consentimiento a la salida de la actual parroquia, debido a la imposibilidad física que la misma tiene y, el riesgo al que se expone la imagen». «Si la hermandad no es responsable del bien que tiene entre manos, tendrá que ser el autor, si esta vivo como es mi caso, el que vele por su imagen», concluye Navarro Arteaga, quien figura como «director artístico» de la candidatura de Elías Piñero, lista alternativa a la actual junta de gobierno que encabeza Antonio Martín.
La amenaza de Navarro Arteaga de ejercer sus derechos de autor sobre el Cristo de Pasión y Muerte suscita un interesante debate jurídico. Un abogado experto en estas lides, como esJoaquín Moeckel –quien representó en su día a la hermandad de Santa Genoveva en el litigio que le enfrentó al autor de la Virgen de las Mercedes, Paz Vélez, al oponerse éste a que otro restaurador tocara a su imagen– estima, sin embargo, que las pretensiones de Navarro Arteaga tienen pocas opciones de prosperar «toda vez que por parte de la hermandad no se está manipulando la obra de arte en cuestión, sino la forma de procesionar de la misma». A juicio del letrado, «un imaginero que ya ha cobrado su obra no puede ser el dueño de la misma durante toda su vida» y señala que «la única institución que podría hacer algo así es el Arzobispado, como dueño último del patrimonio de las cofradías». «Otra cosa es que la imagen fuera un BIC y que la Consejería de Cultura decidiera tomar cartas en el asunto», refiere Moeckel.
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