primeros años, los chicos incluso hacían apuestas. Se apoltronaban en la plaza de Amboage, aguardando la llegada de un trono portado sólo por mujeres. Mientras las ferrolanas soportaban los 2.300 kilos de peso de la Virgen de la Esperanza, ellos se jugaban el éxito de la procesión en una porra. Incluso los chicos formaban dotaciones de refuerzo, por si tenían que relevar a sus compañeras. Pero ellas pudieron con todo: recorrieron la ciudad sin desfallecer, bajo un manto de madera y fe. Cuando llegaron a Amboage, sólo escuchaban un silencio sobrecogedor. Y después llovieron los aplausos. Ocurrió en 1995, cuando se formó el primer tercio numerario de mujeres en la Cofradía de Dolores (Ferrol) y las cofrades femeninas pudieron organizarse y portar la Virgen de la Esperanza. Las chicas ya llevaban ocho años de experiencia con tronos de menor peso. En 1983, salió el primer tercio infantil femenino. Y en 1987, se convirtieron en las primeras porteadoras de España. Cumplen ahora 25 Semanas Santas llevando tronos sobre sus hombros. Patricia Graña se encuentra entre aquellas pioneras: "Tenía tan sólo 14 años, yo era una niña y fue una experiencia impresionante, los hombres nos decían que no íbamos a poder... todos los derechos los hemos conseguido en la Cofradía gracias a nuestra lucha". Ahora tiene 39 años y ejerce de mayordoma, "dirijo los pasos, los descansos, los cambios de hombro". Como todo un director de orquesta.
Ahora las integrantes de la Cofradía de Dolores aprecian los resultados de su esfuerzo común. Son 73 mujeres de entre 16 y 60 años, tienen lista de espera, llevan nueve semanas ensayando con música en la plaza de Amboage y participan en cinco pasos de la Semana Santa ferrolana. Con casi 28 años, Lola Castro Casares lleva ya 13 portando tronos en Dolores. Su abuelo era el mítico Demetrio Casares, impulsor de la Semana Santa en el siglo XX. Desde pequeña, participaba en los desfiles de capuchones. Su madre fue camarera (vestidora) de la Virgen, "cuando salí como portadora me miraba emocionada desde el balcón". Lola reconoce que "la incorporación de la mujer a los tronos fue un gran paso, antes sólo se dedicaba a poner las flores o vestir imágenes..." En el pasado, las mujeres más valientes llegaron a desfilar o portar en secreto, con la cara tapada.
Todavía en pleno siglo XXI, la Semana Santa española peca en algunas latitudes de machista. "Este año hubo problemas en Sevilla, porque algunas cofradías no admitían a mujeres como nazarenas o porteadoras", indica Patricia Graña. Ferrol va cuatro pasos por delante y se enorgullece de la feminización de la Passio: "El primer año fuimos porteadoras vestidas con vaqueros y pasamos desapercibidas, pero después nos diferenciamos con faldas y hábitos verde-negro o verde-morado". El tercio femenino de la Cofradía de Dolores es uno de los que tiene más pasos, e incluso ha participado en los desfiles del Santo Entierro y Os Caladiños.
Promesa secreta. La tradición se pasa de madres a hijas, como Raquel y Sabela. Chicas embarazadas que este año no pueden procesionar confían en que su futuro hijo lleve a hombros un trono. Incluso participan mujeres porteadoras con más de 60 años que le han hecho una promesa secreta a la Virgen.
Los trayectos para las porteadoras a lo largo de Ferrol se convierten en auténticos via crucis. "En algunas procesiones no podemos más del cansancio, pero nos damos ánimos entre todas y nunca tuvo que venir nadie a ayudarnos", insisten Patricia y Lola. El paso del Domingo de Ramos dura solamente una hora. Pero el del Jueves Santo recorre la ciudad durante dos horas. Termina a las 03.30 de la madrugada. Y siete horas y media después, las chicas tienen que portar otro trono ante la expectación del público.
A veces, llegan casi de rondillas bajo cientos de kilos de peso. Reciben siempre un mar de aplausos, los ferrolanos les dan gritos de ánimo: "¡Vamos, niñas!". Las porteadoras se emocionan sobre todo cuando realizan la última ofrenda ante la Virgen de Dolores y empiezan a llorar. Patricia recalca que "lo disfrutas mucho viviéndolo en primera persona, la emoción se contagia".
Esta Semana Santa también sobrecoge a los agnósticos. Patricia cuenta que "tengo amigas ateas que acuden a las procesiones, aplauden con fuerza y se emocionan cuando nos ven... quizás porque se identifican con nosotras y valoran más nuestro esfuerzo".
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