martes, 2 de septiembre de 2014

LAS DESCALIFICACIONES QUE ENCUMBRAN A LA IMAGINERIA CORDOBESA


El Martes 26 de Agosto fue publicado en la sección Pasión en Sevilla -ABC de Sevilla- un artículo titulado “madera de artista”, en el que se ensalzaban los valores artísticos de una nueva generación de imaginemos sevillanos, principalmente las figuras de Jose Antonio Navarro Arteaga, Darío Fernández Parra, Jose María Leal y Fernando Aguado. Pero inexplicablemente el artículo concluía con un apartado denominado “Entre la piratería, la crisis y el hiperrealismo cordobés”, donde se ponía en duda la valía de las imágenes talladas por los artistas cordobeses: se acusaba al foco cordobés de cultivar un estilo “hiperrealista” muy atractivo a los sentidos pero que poco tiene que ver con los valores que predominan en la imaginería sevillana actual, además de relacionar la crisis de encargos de los escultores hispalenses a la relevancia del foco cordobés. Estas ideas aparecieron nuevamente señaladas en una entrevista a Jose Antonio Navarro Arteaga y publicada en el mismo medio de comunicación el pasado Sábado día 30 de Agosto: en este caso el imaginero sevillano acusaba directamente a este nuevo estilo cordobés de olvidar el sentido religioso de las esculturas que tallaban, “una moda de crear imágenes muy bellas y muy reales”.

Nuestro Padre Jesús de la Esperanza, titular de la Cofradía de La Milagrosa de Sevilla. Realizado por Jose Antonio Navarro Arteaga y bendecida en el año 2008

 

Es sorprenderte el discurso de ambas publicaciones, puesto que Sevilla ha sido el centro de creación artística en Andalucía desde el siglo XVI -con permiso de Granada, ciudad con la que siempre ha estado conectada Sevilla y a la cual se debe la formación de grandes artistas de la escuela sevillana como Martínez Montañés o Pedro Roldán- y nunca han necesitado desprestigiar a otros focos artísticos para engrandecer las creaciones que en la capital hispalense se realizaban. Sin embargo, el hecho de que los antecedentes de la imaginería sevillana sean nombres como los de Juan de Mesa, Pedro Roldán, Juan Martínez Montañés, Francisco Antonio Ruiz Gijón o Juan de Astorga ha derivado en la conservación de un patrimonio incalculable para las cofradías de Sevilla y otros puntos de Andalucía, pero también en una dificultad añadida para los imagineros sevillanos del los siglos XX y XXI: Es indudable que la exigencia para los nuevos creadores teniendo semejantes antecedentes es mucho más elevada, al margen de la tentación de inspirarse en las obras de los grandes maestros del Barroco sevillano.

A lo largo del siglo XX, los imagineros han sabido cumplir las expectativas de los encargos de las cofradías sevillanas. A pesar de que en artistas como Antonio Illanes, Sebastián Santos o Antonio Castillo Lastrucci, entre otros, la calidad técnica de sus imágenes no estuviera a la altura en algunos casos, hay que destacar su importante labor de  restitución de imágenes perdidas y elaboración de imágenes nuevas -no olvidemos que algunas cofradías sevillanas sustituyeron deliberadamente sus titulares por otros nuevos en el siglo XX, como es el caso de los titulares de la cofradía del Dulce nombre, el titular de la cofradía de los Panaderos o incluso la antigua imagen dolorosa de la Virgen de la Concepción de la Hermandad del Silencio, realizada por Cristobal Ramos en el siglo XVIII-. Destacable también fue la introducción de la monumentalidad corpórea de Francisco Buiza, y la particular visión expresionista de la imagen religiosa de Luis Ortega Bru, con una visión contemporánea y particular de la escultura propuesta siglos antes por Miguel Ángel; por último, destacar la importancia de Luis Alvarez Duarte y Antonio Dubé de Luque como creadores de modelos pasionistas extendidos por toda la geografía andaluza. Además todos ellos han realizado labores de restauración en imágenes de siglos anteriores, aunque en ocasiones dichas restauraciones han tendido a la remodelación de las imágenes en lo estructural y en los rasgos de las imágenes, por lo que la imaginería sevillana no ha estado exenta de “las modas” que tanto se desprecian en las publicaciones de Pasión en Sevilla.

Santísimo Cristo de la Humildad de Toledo, realizado en 2007 por Darío Fernández Parra

Sin embargo, el problema actual es que los imagineros sevillanos no tienen nada especialmente novedoso que aportar a la escultura andaluza: Jose Antonio Navarro Arteaga es un artista que no transmite emoción alguna, incapaz de conmover y de plasmar la fuerza de una imagen en madera policromada para impactar y dialogar con el creyente, intentando innovar a partir de la elegancia tradicional de las imágenes sevillanas sin ir más allá de lo anteriormente creado; Darío Fernández Parra es el imaginero sevillano con más talento y fundamentos artísticos sin duda alguna, empero la finalización de sus representaciones está demasiado marcada por las obras de los Roldán y Juan de Mesa, por lo que no innova y tiende a sistematizar los rasgos de sus obras; Jose María Leal parece un artista más cercano a las obras del movimiento cordobés en lo referente a la expresión y representa un gran valor como ejecutor de conjuntos escultóricos como el de la Sagrada Mortaja de Jerez, pero aún es una promesa; Fernando Aguado es el más joven, parece tener talento para la talla y ejecución de retratos expresivos, pero repite los mismos rasgos continuamente en sus obras.

Rostro de Maria Santísima del Dulce Nombre de Málaga. Realizada en el año 2005 por Antonio Bernal Redondo. Fotografía:http://www.antoniobernalredondo.com

Por otro lado, está el foco de imagineros cordobeses con Antonio Bernal Redondo y Francisco Romero Zafra a la cabeza -no olvidemos la figura de Miguel Angel Gonzalez Jurado-, quienes han cultivado un estilo que poco tiene que ver con un supuesto “hiperrealismo”, ya que en sus obras no se desprende un intento de plasmar una realidad absoluta, sino un nuevo sentido de la teatralidad que emana del dolor, la exaltación de los sentimientos y la búsqueda de la expresión capaz de emocionar, estremecer e inspirar la fe de quienes contemplan dichas imágenes. Esta descripción podría corresponder a la de una escultura de Juan de mesa del siglo XVII; sin embargo, la forma de configurar sus imágenes es nueva, puesto que resalta en gran medida la expresión de los ojos, las heridas y determinadas facciones del rostro para acentuar el dramatismo; conservando a pesar de ello la esencia así como ese sentido barroco que mantienen las representaciones religiosas andaluzas. El hecho de innovar también incide en un aspecto primordial: aunque siempre notemos “la mano del artista”, las nuevas e innovadoras formas de concebir estas imágenes hacen que cada una de ellas nos parezcan diferentes entre sí, solo hay que ver las dolorosas realizadas por Antonio Bernal, que a pesar de mantener formas identificativas del artista nos dan la sensación de que cada una de ellas es única -no como la repetición sistemática de los rasgos faciales en las obras de Álvarez Duarte o de alguno de los artistas que hemos comentado anteriormente-. Jutno a ellos conviene resaltar a uno de los artistas sevillanos actuales más reconocidos, Juan Manuel Miñarro, que ha realizado su obra más importante para la ciudad de Córdoba -el Cristo de la Universidad-, una imagen que también está impregnada de aquellos valores que marcan actualmente la imaginería cordobesa, aunque en este caso por medio de la búsqueda de un realismo extremo. Todas estas imágenes representan la renovación de las formas barrocas que llenan nuestras tradiciones y su adaptación a un momento histórico actual, incluso el modelo para generaciones venideras de artistas.

Jesús Despojado de Cádiz, realizado en el año 2008 por el imaginero cordobés Francisco Romero Zafra.

Teniendo en cuenta estas premisas, cabe destacar la preocupación de los imagineros sevillanos actuales, quienes ven cómo la competencia proveniente de los creadores cordobeses eclipsa su trabajo. En principio esto no debería ser un problema ya que esa pugna tendría que ser un estímulo de superación para cada uno de los escultores del panorama artístico actual. Pero la realidad que subyace en las publicaciones referidas es bien distinta: a pesar de que en el artículo mencionado se enumeraran las capacidades de los escultores sevillanos actuales como sucesores de la generación de artistas compuesta por Álvarez Duarte, Dubé de Luque y Miñarro, actualmente somos testigos de cómo la supremacía mantenida por los escultores sevillanos a lo largo de los siglos se diluye en favor de los creadores cordobeses. La comparación no resulta favorable para aquéllos que no son capaces de superar al competidor, y por ello se tiende a descalificar como último recurso para hacerse notar, ya que en el resultado de su trabajo están siendo aventajados continuamente. La imaginería cordobesa está en alza, las descalificaciones de sus competidores lo han ratificado.

Grupo de la Piedad, realizado en 2002 por Antonio Bernal Redondo para la parroquia matriz de la localidad tinerfeña de Los Realejos. Fotografía:http://www.antoniobernalredondo.com

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