martes, 11 de agosto de 2015

SEVILLA - CIUDAD DE CRUCES

Una ciudad llena de cruces. Esa era la descripción de algunos cronistas de Sevilla en siglos pasados. Por sus calles se diseminaban cruces de todo tipo, de forja o de madera, con templetes o aisladas, efímeras o permanentes. Cruces en espacios públicos por los más variados motivos: recuerdo de un suceso histórico, sacralización de fuentes o abrevaderos, indicación del término de un barrio o de una entrada a la ciudad, recuerdo de alguna epidemia o signo del emplazamiento de los cementerios parroquiales adosados a los templos. Muchas llegaron a tener una hermandad que les rendía culto y algunas llegaron a ser el origen de corporaciones penitenciales como la Soledad de San Buenaventura (Cruz del Caño Quebrado) o la hermandad del Baratillo. El racionalismo ilustrado del siglo XVIII y algunas actuaciones del liberalismo revolucionario del siglo XIX eliminaron buena parte de estas cruces, las adosaron a las fachadas de las iglesias o las arrinconaron en el interior de los templos. A pesar de ello, todavía quedan numerosos ejemplos que nos recuerdan su existencia. Valgan los siguientes:

La Cruz de los Juramentos, conservada entre las gradas del actual Archivo de Indias y la Catedral, aunque su emplazamiento original hasta el terremoto de Lisboa de 1755 fue el ángulo Norte del edificio, donde era el centro de la llamada Plaza de la Lonja. Es una obra del año 1609 que fue realizada en jaspe sobre una peana de piedra, con formas arquitectónicas propias de su cronología tardomanierista, constatable en el contraste de su estructura lisa y sus terminaciones esféricas. Su nombre proviene de los juramentos que se realizaban a sus pies en las transacciones comerciales que realizaban los tratantes de la Casa Lonja.

La cruz de las Culebras

La Cruz de las Culebras, se conserva en la esquina entre la calle Villegas y la plaza del Salvador. De formas muy sencillas, realizada en madera, indicaba antiguamente la situación del antiguo cementerio parroquial del Salvador, en la confluencia con la calle que le daría nombre a la cruz, y fue retirada en el siglo XVIII por el Asistente Pablo de Olavide. A sus pies se sitúa una pequeña inscripción que recuerda la obligación de arrodillarse al paso de las procesiones eucarísticas en tiempos de Juan II.

Hoy en la fachada de la parroquia de Omnium Sanctorum, en la calle Feria, se sitúa la llamada Cruz del Garfio, una obra de forja tradicional que se situaba originalmente en la actual calle Peris Mencheta, antiguamente conocida como Peso del Carbón.

La cruz del Garfio en omnium Sanctorum

Al parecer, la pieza tenía un garfio en el que los carboneros de la zona colgaban la romana para pesar la mercancía, dejando una limosna para su culto. Fue trasladada en el año 1816 a la fachada de la iglesia parroquial, donde hoy sigue instalada.

La cruz de San Jacinto

En Triana se conserva la Cruz de San Jacinto, a la puerta del convento dominico que le da nombre. Es una obra realizada en mármol sobre una peana, un conjunto que se renovó en 1794 y que venía a indicar la existencia de una fosa de enterramiento común realizada en una de las grandes epidemias de peste que asolaron a la ciudad. Vinculada a la acción de los dominicos, llegó a tener cultos públicos y predicaciones que se celebraban en los domingos de Cuaresma.

Junto a la parroquia se conserva la cruz del cementerio de San Julián, obra de forja que se sitúa en el centro de la plaza donde se debió situar el antiguo camposanto de la collación, aunque procede del antiguo cementerio de Santa Lucía. Situada sobre un pedestal, sirve de ejemplo de la prestancia que alcanzaron las antiguas cruces callejeras de este tipo hasta el progresivo traslado de los cementerios a las afueras de la ciudad tras las medidas dictadas en tiempos de Carlos III, que no se harían efectivas hasta los primeros años del siglo XIX.

La cruz de la Retama en San Antonio Abad

En el atrio de san Antonio Abad se conserva una notable obra de forja del siglo XVII que fue conocida como laCruz de la Retama. Tuvo hermandad propia junto a la iglesia de San Julián, según se constata en el Archivo de Protocolos Notariales, y llegó a estar fusionada con la hermandad sacramental del templo. Tras el incendio provocado de la parroquia en 1936 fue trasladada a San Antonio Abad, en cuyo atrio se conserva en un marco arquitectónico que diseñó Delgado Roig.

La cruz de la Plaza de San Francisco

La Cruz de la Plaza de San Francisco, junto al Ayuntamiento, tuvo su origen en 1703, año en el que se erigió para recordar el último Auto de Fe que se realizó en la ciudad. Originalmente era lisa, sin añadidos decorativos. En 1903 fue sustituida por la pieza actual, que sigue la estética renacentista de la fachada de las Casas Consistoriales a la que está adosada.

La cruz de San Isidoro, junto a la iglesia de su nombre, es otro ejemplar que ha sobrevivido al paso del tiempo y que recuerda el lugar del cementerio parroquial. Realizada en forja, tiene en su decoración los atributos alusivos al santo titular de la parroquia, el báculo y la mitra de obispo, conservando el fondo arquitectónico y pictórico de la capilla sacramental del templo.

La cruz de la Cerrajería, en la plaza de Santa Cruz

Sin duda la cruz de más importancia artística de la ciudad es la llamada Cruz de la Cerrajería, hoy situada en el centro de la plaza del barrio de Santa Cruz donde los franceses derribaron el primitivo templo gótico mudéjar donde se enterró a Murillo. Realizada en forja en 1692 por Sebastián Conde, se situó en la confluencia de Sierpes con la calle que mantiene su nombre. Ha conocido numerosos desplazamiento por interferir en el paso de cortejos y procesiones: estuvo en el convento de las Mínimas de Sierpes, en el Museo de Bellas Artes y en 1921, dentro del programa de reformas con vistas a la Exposición de 1929, se colocó en su actual emplazamiento. Sus ángeles lampareros, las figuras de los Evangelistas o las sierpes con lenguas punzantes de su base nos hablan de la complejidad de su simbolismo y de su representatividad de toda una época.

La cruz del Baratillo

Recientemente se ha repuesto el recuerdo de la llamada Cruz del Baratillo, que tuvo su origen en uno de los carneros o fosas que se abrieron en la ciudad en la gran epidemia de peste de 1649. Fue costeada por los vecinos del Arenal y a finales del siglo XVII dio lugar a la creación de la actual hermandad penitencial, a la que se añadiría el título de Nuestra Señora de la Piedad.

Una decena de cruces entre otras muchas conservadas (templete de la Cruz del Campo, Polaineros en el Salvador, antiguo crucero de San Lázaro en la plaza de Santa Marta, Calatrava en Feria, Pozo Santo, Santa Catalina, San Vicente…) que recuerdan los tiempos en que Sevilla fue una ciudad de cruces.

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