martes, 25 de agosto de 2015

San Luis de los Franceses, el templo sin cofradía



Pocos sabrían decir el tiempo que lleva cerrado el único templo realmente barroco de la pretendida ciudad barroca. Pocos diferencian al San Luisde palo, el que da inicio al verano, delSan Luis Rey de los franceses, el que da nombre a la iglesia de más atrevida planta de la ciudad. Pocos saben situar en el mapa la antigua calle Real, con origen en el antiguo cardo romano, que cambió su nombre por un noviciado jesuita de efímera y azarosa vida. Quizás es que San Luis de los Franceses, el recinto que acoge dos templos desacralizados, perdió su función hace tiempo, cayendo en el sevillano olvido y en las manos de políticos que un día tras otro anunciaron el proyecto final, la solemne apertura, la definitiva “puesta en valor”,esa vacía y cacareada expresión de tertulias que incide en algo quizás imposible en esta ciudad: que sus vecinos valoren sus monumentos y pidan responsabilidades por su cierre. Aunque el templo no tenga cofradías…

Cripta de San Luis / ARCHIVO ABC

Del templo barroco no se puede decir lo mismo que del viejo coronel literario que creó García Márquez: San Luis sí ha tenido quien le escriba, desde los panegíricos jesuitas de sus inicios a las críticas neoclásicas, llegando a los documentados estudios de Sancho Corbacho, de la Banda o el más reciente de Juan Luis Ravé, pequeña joya de historia de un templo que bien merecerían tantos otros de la ciudad.

Fachada principal de San Luis / ARCHIVO ABC

“Del orbe la octava maravilla”. Fueron las palabras con las que definió al tras su consagración y dedicación al santo francés en 1731. Era época de Lustros reales, en la que llegó a trasladarse deun melancólico Felipe V a la capital del sur. Era el asentamiento definitivo de los jesuitas en Sevilla, instalados en Sevilla desde 1554,  y cuya Casa Profesa (actual iglesia de la Anunciación y Facultad de Bellas Artes) se había iniciado en 1556.

Retablo de San Estalisnao / ARCHIVO ABC

 

Un noviciado con origen en una donación de unas casas por parte de Doña Lucía de Medina que pasaron a la Compañía de Jesús en el siglo XVII.El noviciado estuvo en uso hasta 1767, año en que los jesuitas fueron expulsados de España por Carlos III. Pasaba al estado su amplio patrimonio: Anunciación, colegio de las Becas, colegio de los Irlandeses, San Hermenegildo, San Luis… Se usaría como seminario clerical y a partir de 1784 fue habitado por los padres franciscanos del Convento de S. Diego, situado en la zona del Prado.  Este uso se mantuvo hasta 1810 en el que, con la invasión francesa, se convirtió en residencia para sacerdotes ancianos. A partir de 1812, volvió a ser usado por los franciscanos, hasta que, en 1817, regresan los jesuitas. En 1835, vuelven a ser expulsados los jesuitas y, en 1837, se convirtió en Hospicio Provincial. En el siglo XX, desde 1931, fue usado como residencia- escuela para los acogidos por la Beneficencia, aspecto que algunos apuntan para recordar que fue el único templo de la “Sevilla Roja”que se salvó de los incendios provocados en julio de 1936. A pesar de las restauraciones de finales del siglo XX, se pierde en la memoria su cierre por obras eternizadas por su propietaria, la  Diputación Provincial de Sevilla.

Altar mayor de San Luis / ARCHIVO ABC

San Luis es uno de los ejemplos más sobresalientes del arte barroco sevillano, suponiendo la incorporación de las formas espaciales y compositivas propias de la arquitectura romana. Su realización debe mucho a la presencia de la Corte de Felipe V en Sevilla(1729-1733). Una muestra de su carácter de propaganda barroca: la ceremonia de su dedicación, con procesión incluida de Arzobispo y personalidades de la nobleza, comenzó a las siete de la mañana y no concluyó hasta el mediodía, siendo incluso publicado el sermón que se proclamó en honor de San Luis Rey de Francia.

Retablo de San Francisco de Borja y San Luis / ARCHIVO ABC

Son pocos los que recordarán que el edificio tiene una inusual planta central, con forma de cruz griega inscrita en un rectángulo. El templo está precedido de un atrio que sirve de sotocoro, alojándose la sacristía y otras dependencias en la cabecera, tras el altar mayor. Los brazos de la cruz terminan en forma de exedra y en el centro del crucero se eleva una potente cúpula sobre tambor circular. Una tribuna con arcos de medio punto apoyados en columnas constituye el coro, apareciendo otra serie de balcones cerrados con celosías sobre los machones que soportan la cúpula. A estos se adosan columnas salomónicas con capiteles compuestos y dados de entablamento, determinando una línea ascendente helicoidal. Acertados motivos decorativos y pinturas murales confieren al conjunto un aspecto de teatralidad barroca, llegándose a la total unidad entre arquitectura, escultura y pintura.

Cúpula de San Luis / ARCHIVO ABC

La fachada exterior consta de dos cuerpos divididos en cinco módulos, de los cuales el central está potenciado por medio de las columnas que enmarcan el vano y por la mayor abundancia de decoración. Y el Barroco más real: color almagra y amarillo albero, piedra y ladrillo, bicromías reales en la ciudad de las dualidades inventadas. Miguel Rafael y Gabriel en su portada, arcángeles difíciles de ver por la dificultad del viario afortunadamente conservado. La construcción se inició en 1699 y se atribuye a Leonardo de Figueroa, el gran creador de la arquitectura barroca sevillana, aunque se considera que la planta vino impuesta por la Compañía de Jesús. En las obras intervinieron asimismo Antonio Matías de Figueroa y Diego Antonio Díaz. El templo los inauguró el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona en 1731.

Interior de San Luis / RAÚL DOBLADO

En el interior de la iglesia destacan por igual el conjunto de retablos, las pinturas que recubren los muros laterales y la cúpula. Las correspondientes a esta última zona están atribuidas a Lucas Valdés, representando temas eucarísticos y fingidas arquitecturas que contribuyen a dilatar la espacialidad del recinto. Antes de llegar a la cúpula pintada se nos muestra una variada muestra escultórica. Delectando docere.Enseñar deleitando. Un catecismo ilustrado para los futuros jesuitas. Esta concepción didáctica de la decoración motiva la aparición en el tambor de la cúpula de representaciones en barro policromado de fundadores de las principales órdenes religiosas: San Benito, Santo Domingo de Guzmán, el Profeta Elías, San Pedro Nolasco, San Francisco de Paula, San Juan de Mata, San Francisco de Asís y San Agustín.Por encima de estas figuras aparecen unas representaciones simbólicas de las virtudes que debían tener los novicios si se querían convertir en buenos religiosos: Caridad de Dios, Pobreza, Obediencia, Mortificación, Humildad, Oración, Castidad y Caridad al Prójimo. Todas estas esculturas salieron del taller de Pedro Duque Cornejo.

Vistas del interior de San Luis / ARCHIVO ABC

El retablo mayor es un compendio de elementos barrocos, en el que no existe ningún criterio de ordenación. Esculturas, pinturas, elementos arquitectónicos, reliquias… constituyen un abigarrado conjunto rematado con un gran dosel con corona real, coronamiento habitual en los retablos sevillanos del siglo XVIII que incide en su carácter teatral. Recopila cuadros y esculturas de diversa procedencia como el propio lienzo de San Luis o un lienzo de la Virgen con el niño de influencia italiana. El diseño del retablo se debe al escultor Pedro Duque Cornejo y se fecha en 1730. Como pieza central de la iglesia llegó a sufrir numerosas críticas por en el periodo neoclásico que lo tildó de “mal gusto y lleno de espejitos y laminitas”.

Coro de San Luis / ARCHIVO ABC

Por los brazos laterales de la iglesia,auténtica caverna barroca de la ciudad donde se funden ideas y realidades, luces y sombras, vidas recordadas y muertes en reliquias, se sitúan toda una serie de jesuitas tomados como modelos, Francisco de Borja, el Hamlet sevillano con su calavera perdida, o San Estanislao de Kostka, un santo polaco para los que se sorprenden con Wojtyła; San Francisco Javier buscando un crucifijo por las playas de Japón, Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa o San Luis Gonzaga, el otro San Luis en la ciudad dual, el que tuvo fama de belleza en sus imágenes de palo. Unión de las artes en un abigarrado conjunto, horror al vacío propio de la época, donde participaron escultores como el referido Duque Cornejo, Montes de Oca o Hinestrosa, con decoración pictórica de Domingo Martínez, los auténticos galácticos de la Sevilla del siglo XVIII.  Apoteosis de San Ignacio en el coro y apoteosis decorativa en la otra capilla del templo, la llamada capilla privada, templo todavía más desconocido por los sevillanos situado dentro del antiguo recinto jesuita, con una repetición de rocallas, pinturas y esculturas que vuelven a dar legitimidad al apelativo de barroca para la ciudad que tantas veces duda de su identidad.

Interior de San Luis / ARCHIVO ABC

Las enésimas palabras del presidente de la Diputación Provincial aludiendo a su próxima apertura (“tres o cuatro meses”, un nuevo plazo indefinido en la ciudad que sólo cumple a duras penas con el reloj en Semana Santa),deberían ser una llamada a un tiempo nuevo. Los relojes están en marcha. La joya de San Luis sería en cualquier ciudad motivo principal de visita, de atracción turística, de contemplación artística, de dinamización cultural (otra palabra vacía tan de moda) y de atracción económica. Aquí no: en San Luis no hay cofradías, aunque acogiera imágenes y fuera sede ocasional de parroquias, aunque una hermandad habría luchado más por su apertura y conservación. Pero el diseño de su puerta y sus escalones impiden los tambores. Mejor. Así, algún día podremos escuchar el sermón labrado en su cúpula que da sentido al edificio, una cita del Libro de los Proverbios: si quit es parvulus veniat ad me. “El que es como un niño, que venga aquí”. Como niños esperamos su apertura. Como adultos, hemos puesto en marcha el reloj, vanitas barroca, que inicie la cuenta atrás hacia la contemplación de la que fue “del orbe la octava maravilla”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario