domingo, 9 de agosto de 2015

Cuando una sola obra encumbra a un imaginero ....

Una dolorosa de mediana edad que mira al espectador y da la mano a San Juan. Es de tamaño académico y viste ropajes severos de lana. Sus lágrimas están todavía húmedas y las pestañas, mojadas. Sin coronas, sin puñales, sin bordados, el grupo se expuso en el año 2013 en la sala «Puerta Oscura» de Málaga junto con otros dos imagineros  emergentes de la capital costasoleña como son Juan Vega  y Álvaro Abrines.  El asombro que causó fue inmenso. Su autor era un joven de 25 años (ahora tiene 27) de Rociana del Condado en la provincia de Huelva. Juan Manuel Parra soñaba con emular el oficio de Montañés y de Juan de Mesa. Tan joven y con tan solo con esta obra se puede decir que Parra ha logrado ya algo tan difícil en su gremio como es la admiración y la notoriedad.

«No es hiperrealismo, dice Parra, eso sería lo que hace el escultor australiano Ron Mueck que modela en silicona y coloca pelo natural. Yo definiría esta obra como naturalista.Y sus claves son el modelado blando, la textura de la policromía y utilizar algunos efectos como las lágrimas hechas con barniz o las pestañas colocada una a una en los párpados» Si a eso le unimos las vestimentas toscas y el sentido teatral de la composición, nos encontramos con una grupo que puede ser un exponente de la innovación  en el mundo de la imaginería anclada en modelos del siglo XVII. «Sin embargo, no me gustaría -aclara- que se me encasillara en este estilo, aunque sí creo que hay campo para la renovar el lenguaje de la imaginería. Mi referencia en ese terreno es Darío Fernández que está aplicando a su obra tan clásica algunos detalles impresionistas que funcionan muy bien. En todo caso esta obra sí me ha ayudado porque se ve que hago cosas diferentes».

Parra está estudiando Bellas Artesdespués de cursar dos grados en la Escuela de Artes y Oficios y haber pasado un año como aprendiz con Lourdes Hernández. Toda la experiencia acumulada la vuelca en el trabajo que realiza en su el taller de la calle Alfarería. Allí acaba de terminar en barro el modelo de un Cristo de la Sagrada Cena para Ayamonte. Lo sorprendente en este caso es la composición del grupo que recrea el momento de manera historicista.

«En las composiciones de los misterios – indica el imaginero- seguimos haciendo lo mismo que Castillo Lastrucci, toda la gente ha querido copiar lo que ya se hacía. Pero pese a las limitaciones del espacio como es el de las dimensiones de un paso, aquí, con libertad, también se pueden hacer cosas nuevas». Le gusta Castillo componiendo, pero cree que muchas de sus imágenes secundarias fallan en el detalle. En este sentido, cuando se le pregunta por un conjunto mejorable señala al de las Cinco Llagas de la Trinidad «hay muchas pinturas del descendimiento -dice- que podrían orientar para hacer algo diferente y que tampoco se pareciera a de la Quinta Angustia».

Recela de los concursos «no me presento a ninguno». Le gustaría haber tallado a la Macarena, a Pasión y al Amor o haber modelado a Las Aguas del Museo. ¿Por qué las nuevas hermandades no son sinónimo de innovación ni de calidad en la imaginería? Juan Manuel Parra es contundente: «quieren obras baratas y rápidas y hay imagineros que están entrando por ahí. Yo no; estoy empezando, pero no puedo regalar nada porque después te comen las moscas”.

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