domingo, 12 de abril de 2015

Primer golpe. Los del Silencio

Tras esta Semana Santa habrá mucha tela que cortar. Tanta que nos dará probablemente para un año entero. Pero en este domingo de la Divina Misericordia, cuando ya se ven las cosas con cierta perspectiva y sin el aturrullamiento de la cercanía, hay un hecho de estos días que merece la pena ser destacado por encima de los demás. El hecho no es otro que el comportamiento de toda la cofradía del Silencio en los momentos de las carreras y de los tumultos de la pasada madrugada.

Las cofradías tienen por lo general una imagen de cara al exterior que puede o no puede coincidir con la realidad. La seriedad de los de San Antonio Abad les ha dibujado siempre como gente adusta, con el rictus severo y distante, y eso que fue a finales de los setenta la cofradía en la que se hicieron hermanos más simpatizantes del Partido Socialista y del PCE.

Esta Madrugada sin embargo se han enseñado como son en realidad, una hermandad como las demás que reacciona como las demás o mejor que las demás en los momentos de dificultad. Cuando en las calles Orfila y Javier Lasso de la Vega El Silencio sufrió los empellones de la gente que corría y aparecieron ahí nazarenos tirados por el suelo y cirios rotos en medio de un griterío terrorífico, el único pensamiento del personal de la cofradía fue el de protegerse mutuamente. Diputados que abrieron los brazos para resguardar a los monaguillos, costaleros que fueron uno por uno preguntando a los nazarenos «hermano ¿estás bien?», gente del cortejo que cogió a los pajes y los metió bajo el palio de la Concepción para que se sintieran protegidos, o nazarenos que hablaron por primera vez en la vida para interesarse por el estado del compañero.

Hay que darle un abrazo a todos y cada uno de los integrantes del cortejo. Ellos, como Los Gitanos, fueron quienes más sufrieron en una Madrugada que cada vez tiene menos sentido por el paisanaje que sale a vivirla. Si la Primitiva Archicofradía ha escrito a lo largo de los siglos páginas gloriosas en la historia, la del pasado Viernes Santo es otra más de la que se pueden sentir muy orgullosos.

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