Lo que finalmente vieron los hermanos mayores de la Madrugada en la reunión del martes de era el Plan «A», la propuesta menos agresiva pero también la más compleja en materia de seguridad:El Silencio dando una vuelta más grande para llegar al Duque y no toparse con la Macarena, el Gran Poder por la calle Cuna, la Macarena por Puente y Pellón y los Gitanos rodeando las setas. El Calvario y la Esperanza de Triana -ya sin la presión del Gran Poder- irían por sus recorridos tradicionales. Se supone que si el Consejo avaló este plan es porque tiene todas las bendiciones en materia de seguridad, aunque lo cierto es que este escenario complica lo que había hasta el momento al colocar cuatro cofradías – una más que hasta ahora- en un perímetro del casco antiguo. El desacuerdo de La Macarena y La Esperanza de Triana en los minutos de más que deben corresponderle por la ampliación horaria de la Madrugada es lo que impide que el plan salga. Las dos juntas de gobierno tienen un corte «nacionalista», como en los viejos tiempos, y se miran de reojo, más desde Triana a la Macarena que de La Macarena a Triana.
¿Y qué puede pasar? Digamos que aquí se abre un abanico de dos opciones: la primera es que si el desacuerdo persistiese el Consejo el que, manteniendo esa propuesta de itinerarios – conservadora pero arriesgada- reparta los minutos de una manera proporcional. La segunda, que puede ser la alternativa más deseada en San Gregorio, sería poner en marcha el plan «B»_algo que supondría el cambio de recorridos de todos los cortejos, mandando al Calvario a llegar a la Campana por un itinerario «antinatural» como es el camino del Museo. Esta opción radical ofrece más garantías al desarrollo de la jornada. Pero sobre todo con ella Consejo reivindicaría su papel de entidad organizadora de la Semana Santa. El reloj corre deprisa. Lo ideal sería que esta semana, por responsabilidad, se cerrara el acuerdo o el desacuerdo. Porque de aquí a un mes estaremos a Miércoles Santo que es cuando se ponen las flores de la Madrugada, y el tiempo, por desgracia, no se puede detener
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