El Cristo del retablo del Bautismo en la Anunciación es similar al Señor de Pasión / RECHI
PATRIMONIO
Quizás una prueba de autor, un ensayo o un modelo empleado que se repetía. La explicación es difícil cuatro siglos después, pero el rostro de Nuestro Padre Jesús de la Pasiónse puede rastrear en otras creaciones de Juan Martínez Montañés (1568-1649), un paralelismo que permite establecer análisis sobre la época de realización y sobre otras posibles autorías.
Se suele citar el gran retablo de San Isidoro del Campo (1607-1611) y concretamente la escena de la adoración de los pastores como uno de los lugares donde se pueden rastrear las líneas de Jesús de la Pasión, claramente presentes en el rostro de la imagen de San José que asiste a la escena en el portal de Belén. Más cercano y menos conocida es la presencia de este rostro en un retablo dedicado a San Juan Bautista en la iglesia de la Anunciación, una obra procedente del convento de monjas concepcionistas de Santa María del Socorro.
Un obra que combina el relieve escultórico con la pintura y que en su escena central muestra un altorrelieve en el que San Juan Bautista vierte el agua del Jordánsobre Jesús, imagen que muestra las grafías, la mirada, el perfil, la habitual policromía mate y hasta la composición del Nazareno de la hermandad del Jueves Santo.
La misma actitud compositiva y los mismos rasgos estilísticos se aplican en uno de los relieves laterales, el que representa la escena de San Juan Bautista en la cárcel,composición resuelta con una diagonal barroca en la que se enmarcan un sayón y otros dos compañeros de celda, tallas que ocupan las zonas más bajas del retablo, lo que podría justificar una mayor intervención de Montañés, ya que era habitual la participación de varios miembros del taller en obras de esta magnitud.
Un retablo «en serie»
El retablo del Bautismo, en la Anunciación / RECHI
El retablo del muro lateral derecho de la iglesia de la Anunciación fue contratado en 1610 por la comunidad de Santa María del Socorro con el maestro de Alcalá la Real, estipulándose su realización en un plazo de año y medio. El profesor Hernández Díaz citaba como precedente el retablo concertado dos años antes por Montañés con el convento de la Concepción de Lima(1607), también dedicado a San Juan Bautista, conjunto muy dañado por el paso del tiempo que se conserva en la Catedral de la capital peruana. También realizó otro retablo con la misma temática para Portobelo, lo que muestra la pujanza de las comunidades de Indias, que antecedían en muchas ocasiones a los encargos de la metrópoli.
Sigue una constante habitual en muchos conventos sevillanos del Barroco, donde fueron habituales los retablos dedicados a los “santos Juanes”, el Bautista y El Evangelistas, que se solían situar en retablos pareados o compartiendo sitio en el retablo principal del templo, una presencia que todavía se mantiene en conventos como los de Madre de Dios, Santa Paula, San Leandro, Santa Ana o San Clemente, por citar algunos ejemplos. Para la obra se empleó, según el contrato, madera deborne para la arquitectura y cedro para sus esculturas, optándose por una policromía mate y un dorado en“oro fino”. Un dato que sorprende, en tiempos de competencia entre gremios, es la equiparación en el precio de la talla y de la pintura: Montañés tasó la arquitectura y la escultura en 1.775 ducados, la misma cifra que cobraría el pintor Juan de Uceda por las escenas pictóricas y la policromía general.
El retablo que nos ocupa debió realizarse al mismo tiempo que una de las grandes obras del taller de Martínez Montañés, el dedicado a San Jerónimo en el monasterio deSan Isidoro del Campo, una obra cumbre que debió provocar el retraso en otras obras coetáneas: la inscripción de la parte superior de la obra data la finalización de la obra en1620 “siendo la abadesa doña Ana de Mendoza el 22 de Junio”.
El visitante de la iglesia de la Anunciación puede comprobar que el retablo de San Juan Bautista es obra todavía tardorenacentista, con evidentes influencias del conocimiento del taller de Montañés de tratadistas del Renacimiento como Andrea Palladio, cuyas formas aparecen en el remate de la obra, y de “Los Diez Libros de Arquitectura” de León Batista Alberti, que sirve como modelo para la compartimentación de los cuerpos y las calles: un gran arco de triunfo enmarca a un retablo interior de dos cuerpos y tres calles organizadas mediante columnas dóricas y corintias. Un diseño estructural quizás algo tardío para la época, de hecho no podemos catalogarlo como barroco sino como obra manierista, que tiene un precedente claro en los retablos laterales del convento sevillano de Madre de Dios, obras del último cuarto del siglo XVI donde intervino Jerónimo Hernández.
Explicación del retablo
El Cristo que recibe el bautismo, en el retablo de la Anunciación / RECHI
El conjunto presenta trece pinturas y nueve relieves con la historia de San Juan Bautista, con una composición que proviene de los libros de grabados de la época, que servían como auténticas cartillas de dibujo que se trasladaban a la madera o al lienzo. La lectura de sus escenas, a modo de cómic de nuestro tiempo, se debe realizar desde la parte superior hacia la inferior, empezando por la escena de la Visitación y finalizando con la de la Degollación del Bautista. En el interior se situarían las escenas de la infancia: el nacimiento de San Juan junto a la despedida de su familia (izquierda) y San Juan Bautista niño en el desierto (derecha). La vida adulta estaría representada el primer cuerpo, el Bautismo de Cristo al centro y en los laterales cuatro escenas que corresponderían a la predicación, la presencia ante un peculiar Herodesmuy alejado de la habitual iconografía de la Semana Santa, el encarcelamiento y la degollación tras la mítica danza de Salomé.
Completan la obra las pinturas deJuan de Uceda, con escenas como la Aparición del ángel a Zacarías, la Predicación del Bautista, Salomé con la cabeza del Bautista y Traslado del cuerpo del Bautista, el Niño Jesús y San Juanito, San Juan y los fariseos, Muerte de Santa Isabel y aparición de Dios Padre a San Juanito.
Un excelente retablo donde pudieron intervenir otros autores de la imaginería de la época (¿Mesa, Ocampo, Villegas?) y que fue vendido al Estado por la comunidad de monjas del Socorro en 1972, en tiempos de necesidades económicas. Proyectado su traslado al Museo de Bellas Artes, acabó situado en su lugar actual, el muro lateral derecho de la iglesia de la Anunciación. Allí espera una necesaria restauración que frene su deterioro, limpie la oscuridad de sus policromías y rescate el rostro del Señor de Pasión de un retablo olvidado.
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