Es cofrade y cristiano ejemplar. Comprometido con la Iglesia. Eterno candidato a pregonero: cumple de perfil y hasta de frente, en San Gregorio o en San Gil. Educado en el trato, diplomático como la raya de sus trajes de quinario y tan políticamente correcto que llama Palacio al Arzobispado y Pastor a su inquilino, que halaga los altares de culto propios y hasta los de la cofradía que cohabita en su templo y que, como no podía ser menos, defiende la plena integración de la mujer en las hermandades…ajenas: la foto de su Junta de Gobierno es la más parecido a un gobierno griego al que le añadieron corbatas postizas con el mismo photoshop que aplica en la fotos de su anuario para borrar al bando opositor. Todo con elegancia, clasicismo y mucha sevillanía.
Escribe Amor con mayúsculas, y Azotes es el título que emplea para las Cigarreras de toda la vida. Triunfo no es una plaza sino el brillo de su medalla al cuello. Para eso vive, por y para su hermandad, los 365 días del año… Pero no sus noches.
Como todo caballero, tiene su lado oscuro. Sus sombras nocturnas… Llegado a casa, se desnuda, cual emperador Heraclio, de todo lo superfluo, mostrando un nuevo perfil cuando enciende el ordenador. Esta noche, como tantas otras, toca máscara: anónima, sugerente y, generalmente, poco ocurrente. En cueros delante de la pantalla se está mejor: allí sale el Dios que cree llevar dentro, como en el peor de los libros. Y comienza el jueguecito. Poco a poco, sin correr. Sobre los pies. Mandando como sólo él sabe. De la supuesta bondad matinal pasa al más oscuro bondage nocturno. BDSMcapillita en su pantalla enemiga: al hermano, azotes; al vestidor rival, látigo; al miembro díscolo de su junta, disciplina con cuerdas; al prioste vecino, fusta larga; al periodista coherente, ración de falsas caricias combinadas con cachetes rastreros; al Pastor de día, coprolalia nocturna; al director espiritual, manzana de la Canina en la boca para que no hable; al consejo en masa, gangbang de pellizcos y collejas; al nazareno propio y al ajeno, recuento de los azotes practicados y que soporten la penitencia; a las mujeres, condena a planchas y almidones en sus espaldas mientras les susurra algún poema del padre Cué… Así, una noche tras otra, aflora su lado más oscuro. Nadie sabe cuál es su verdadera cara. Es el Grey sevillano. Hijo del peor guión y de la peor de las películas de la Cuaresma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario