San Lorenzo fue uno de los sietediáconos regionarios de Roma, ciudad donde fue martirizado en una parrilla el 10 de agosto de 258, cuatro días después del martirio del papa Sixto II.[1]En latín se llamaba Laurentius (‘laureado’). Su nombre se atestigua en los calendarios litúrgicos más antiguos, la Depositio martyrum del año 354 y elMartirologio jeronimiano del siglo V.[2]Ambos especifican la ubicación de su sepultura en la vía Tiburtina, y elMartirologio jeronimiano lo califica dearchidiaconus, título que más tarde reiteraría el Peristephanon del poeta latino Prudencio. Los estudios de Pietro Guidi ratificaron la concordancia de los antiguos martirologios al reconocer definitivamente en Lorenzo al titular de la necrópolis de la via Tiburtina,[3] sobre cuyas reliquias se edificó primero una basílica, y a fines del siglo VI otra subterránea ad corpus.[2]
Los Actos de san Lorenzo se perdieron en la época de Agustín de Hipona, quien en uno de sus sermones acerca del santo (Sermo 302, de Sancto Laurent)admite que su narración no provenía de recitar las Actas del santo (como solía hacer Agustín en sus sermones) sino de la tradición oral. Esa tradición sitúa el nacimiento de Lorenzo de Roma enHuesca, en la Hispania Tarraconensis, aunque también podría ser originario deValencia, donde sus padres habrían residido un corto espacio de tiempo, viniendo a nacer el santo en esta ciudad. Cuando en 257 Sixto fue nombrado papa, Lorenzo fue ordenadodiácono, y encargado de administrar los bienes de la Iglesia y el cuidado de los pobres. Por esta labor, es considerado uno de los primeros archivistas ytesoreros de la Iglesia, y es el patrón de los bibliotecarios.
El emperador Valeriano proclamó un edicto de persecución el que prohibía elculto cristiano y las reuniones en los cementerios. Muchos sacerdotes y obispos fueron condenados a muerte, mientras que los cristianos que pertenecían a la nobleza o al senado eran privados de sus bienes y enviados al exilio.
Víctimas de las persecuciones de Valeriano destacan los Papas San Esteban I, degollado sobre la misma silla pontificia; y Sixto II decapitado el 6 de agosto del 258. Obispos comoCipriano de Cartago, decapitado en el Norte de África. Diáconos comoAgapito, o el popular San Lorenzo: una leyenda citada por san Ambrosio de Milán dice que Lorenzo se encontró con Sixto en su camino al martirio, y que le preguntó: «¿A dónde vas, querido padre, sin tu hijo? ¿A dónde te apresuras, santo padre, sin tu diácono? Nunca antes montaste el altar de sacrificios sin tu sirviente, ¿y ahora deseas hacerlo sin mí?», a lo que el papa profetizó: «En tres días tú me seguirás».
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