El centro de Sevilla esconde una galería de arte que abre cuando los comercios cierran. Ocultos, enrolladas en las persianas, un buen número de murales paisajistas hechos con una mezcla de graffitis y pinceles sorprenden a los viandantes. El puente de Triana, la torre del Oro, la Giralda o la plaza de San Lorenzo protagonizan esta muestra al aire libre que tiene otra utilidad, repeler las pintadas de vándalos.
Cada vez más comerciantes del casco antiguo de Sevilla están optando por el arte decorativo como una medida disuasoria para conservar sus persianas en perfecto estado de revista. «Yo creo que es por respeto», justifica el artistaFabián Bravo, conocido como Kato. «La gente valora los murales y evita distorsionarlo con otra pintada», argumenta este joven nacido en Triana y actual residente en Castilleja de la Cuesta que a sus 28 años ha conseguido hacer de su afición una forma de ganarse la vida.
«Al principio, como todos los graffiteros, empecé ha hacer firmas; luego, como se me da bien el dibujo, pensé en hacerlo de forma legal y ganar dinero con ello y empecé a plantear la idea», explica Kato. «La gente se horrorizaba al oír la palabra graffiti o spray, había que hacer un importante ejercicio de didáctica y explicar que el diseño lo elige el cliente», detalla. «Ahora, cuando ven el resultado se sorprenden mucho y quedan muy satisfechos», afirma.
El número de clientes está aumentando exponencialmente en los últimos meses. Medio centenar de comercios del centro ya lucen en sus persianas obras de Kato. Cinco en la calle Alcaicería de la Loza, otros tantos en la calle Baños o en laplaza de San Lorenzo. Y el número sigue en aumento. «Por cada persiana que pinto me salen dos clientes nuevos, y así sucesivamente», afirma. «El boca a boca está funcionando y ahora mismo puedo vivir de lo que me gusta», confiesa.
Los precios varían en función de las dimensiones de la persiana y de la complejidad del dibujo. El más ambicioso es uno de siete metros de ancho por dos de alto que está pintando en una nave del polígono Calonge. En el centro, los precios varían de 150 a 500 euros. Lo más difícil de pintar, la plaza de España y la Giralda; el más pedido, el puente de Triana. Aunque la clientela apuesta también por las «Setas» de La Encarnación o la torre Pelli.
Frente a sus obras no es extraño ver a turistas haciendo fotos. «Les sorprende bastante, preguntan, me felicitan», dice con orgullo Fabián, quien se dedica a esto desde 2010. «Voy con un tablet a los comercios enseñándoles mis trabajos, bocetando mis propuestas… y ofrezco hasta facilidades de pago», confiesa Kato, que también se dedica al diseño gráfico, compositor y fotógrafo. «Suelo firmar mis obras con mi página web y a través de ella me llegan también muchos trabajos», agrega.
Su sueño, «además de poder seguir dedicándome a esto, es poder organizar un espacio en cada distrito de la ciudad en el que lo graffiteros puedan pintar sin miedo», explica. «Murales temáticos, solidarios… poco a poco», añade. De momento, sus obras componen una sala de exposiciones abierta al público. Arte para evitar el vandalismo. Una galería que abre solo cuando los comercios echan la persiana.
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